lunes, 27 de mayo de 2019

"EL MAL"




       Tú eras "el mal", cariño mío. Eras el misterio, una aventura una fantasía por la que luchar. Eras imaginación, eternidad, romanticismo... Tu presencia tenía algo de marino, de olas rompiendo en acantilados, de anocheceres sombríos, de días sin sol y lluvia, y de vientos huracanados. Siempre me han gustado esas cosas, es lo malo de haber nacido en la época equivocada de ser una "masoca" sentimental, excesivamente sensible o como lo quieras llamar. Sé que no responderás a esto ni lo deseo, es mejor así; es bonito lanzar palabras "al viento", como una especie de tributo a la misma "literatura" de aficionada chapucera. Literatura... Eras tú, ¿qué hay más real? Para una niña... Querido hombre de mundo, querido viejo lobo de mar, hermoso y experimentado; conocedor de la psiquis humana. Querido ser al que no supe comprender. La paz de la noche me permite asomarme al oscuro pozo de mi corazón para vislumbrar de nuevo tu reflejo. Dónde estarás...

    Tus ojos, oscuros como la noche, me miran a través del tiempo y los continentes, con esa luz tan vivaz y penetrante; tan poco celestial... Y tu naturaleza imponente y salvaje; aquel aspecto de otro mundo, elegante, atrayente y sensual... Y sin embargo había tanto de muerto en ti, de podrido, como de incipiente en mí. Tú me pasaste tu podredumbre, tu prematura vejez: a cambio de mi inocencia. Querías vivir en un mundo mejor, más lindo y esperanzador... Y tanto tiempo "odiándote"... para resolver que es solo en la podredumbre y en lo tangible donde una puede llegar a sentirse dueña de si misma: fuerte. En cambio tú estabas cansado de ser fuerte, y preferiste el recuerdo de tu juventud; un mundo de paz en el que coger fuerzas o dar rienda a tu dolor. Porque a fin de cuentas, también estamos en nuestro derecho al sentirnos mal. Conocedor de la importancia y el valor de la palabra, (demasiado anciana y plácida para mí entonces): paz.

     Querido R., que hoy me devuelves mis sueños de juventud... Querido R., que das valor a la crudeza de la vida. A la vida que no es regalada, a la que se logra solo con esfuerzo y autocrítica; y se ve doblemente recompensada. ¡Creas en mí la ilusión de entereza de exploradora incansable...! ¡De amazona! Mis anhelos sentimentales dieron fruto a mi ansia "intelectual".

  Querido viejo, ya casi anciano, eres la sombra de mi consciencia, algo que tira de mí "sin rumbo"... La voz de la aventura y el misterio, la "belleza" del primer amor; la inocencia... La he recobrado y la acepto. También los cuentos de terror son cuentos, y mucho más vivenciales que los "lindos". Hay algo hermoso en el crepúsculo, algo increíblemente potente.

Querido R., hombre "de las mil caras" que son solo una. Hoy tu fragilidad me parece tierna; la hermosura que no podía comprender tras el disfraz que yo misma creé. Querido señor que exhibe sus menudencias como parte de su humanidad, siempre orgulloso y altivo. Te derrotas para volverte a levantar... Había en ti la dureza de una roca abocada a las inclemencias del tiempo, la sabiduría del árbol centenario; paciente y juicioso, siempre sujeto a su raíz... La belleza del mundo terrenal. Aquel mundo imperfecto e "inmoral", pero vívido y excitante, que solo las almas fuertes pueden confrontar.

Querido R. allá donde estés, eres mi pasión y mi príncipe de las tinieblas... Un paraíso perdido infernal. Tal vez el mejor de los paraísos: el que te permite valorar el presente por encima del pasado.

En cualquier caso, como son todos los paraísos perdidos: único, irrepetible e inolvidable. Salvador de momentos de tedio, dureza o incredulidad de la madurez.


Querido R, tú, y solo tú, siempre serás mi héroe...





TRIBUTO A LA VIDA






  Solo un mero observador del mundo.
Agazapado en su fortaleza para admirar su esplendor,
infatigable buscador de sorpresas y matices
humilde servidor de lo etéreo e inmortal.

Explorador de tesoros ocultos,
¡amante de lo incorruptible y sustancial!
Un ser que vive para sentir
la majestuosidad del Misterio;
sabedor de que no puede aspirar a más.

Nacido para dejar huella en la eternidad universal,
¡en el más allá!
Un mundo sin fronteras ni límites...
Es el mundo del "artista": de la espiritualidad.

Un patoso aprendiz de la vida,
intimista y oculto
que, humilde, espera ofrecer autenticidad.
Realidad y Belleza...
desde el linde de su capacidad.

Observar, percibir, aprender y admirar
la grandeza de la Tierra.
¡Sus misterios, sus relatos,su energía...!;
¿qué más se puede pedir...?

Nada más...




MARGARITA




   Margarita se dispuso a bajar a la calle, a dejar caer la tarde recorriendo las callejuelas de su Soria natal. Se enfundó en su abrigo de lana, sus guantes de cuero y su sombrero de fieltro negro; aun sobrepasando los sesenta años, (y habiéndose reducido su renta a menos de la mitad), seguía siendo una mujer elegante. Con ese toque distinguido y sobrio con el que había dado vida a sus diseños en su pequeño, pero reconocido, taller de costura. ¡Era una artista de la clase, compostura y dignidad!; con un toque, según decían las lenguas viperinas de su vecindad, de controlada y educada altivez. Sin embargo, pocas personas no apreciaban a la señora Margarita; siempre en su lugar, contra viento y marea… Una peña en la que sus coetáneos gustaban reflejar el espíritu incorruptible de los supervivientes de la Guerra, y los jóvenes la admiración y respeto por la sabiduría. Su espíritu acorazado y tranquilo, tuvo que enterrar a toda su familia durante el conflicto. Padres, hermanos, marido, ¡hijos…! Todos perecieron en un u otro bando. Solo quedaba ella, sobrellevando el peso y la historia de su linaje familiar... Su compromiso vital no le correspondía enteramente desde que sobrevino la tragedia; se sintió con la obligación de vivir la vida de los fallecidos: la vejez de sus padres, sentenciados antes de los setenta; la vida de su esposo, derrotado en la que fuera la crisis más dura de su existencia. Debía compensar la juventud de sus hijos, arrebatada por una bomba… ¡Ella vivía por todos! Pero, ante todo, por ella misma. Pocos errores cometió, la señora Margarita.

Aquella tarde Soria respiraba el aire plomizo que precede a las tormentas; pero el gris del cenit resaltaba la alegría de sus habitantes, expectantes a la llegada de la primavera. Aquél último domingo de invierno, ¡los vecinos de su barrio parecían querer celebrar el cambio de ciclo con toda pompa y boato! Por las calles desfilaban las señoras con sus mejores galas, en cuadrilla, a tomar café o chocolate mientras sus maridos se unían, a su vez, para la partida de ajedrez o el coñac. Los niños canturreaban por las calles ausentes de tráfico, jugando a la gallinita o con el patinete; las parejas jóvenes se tambaleaban acaramelados, siempre custodiados por una carabina. Los grupos de muchachos y muchachas se deshacían en chanzas y risotadas… Y llegando a la Plaza Portillo una densa marea humana, amontona en torno a un círculo, observaba a un joven alto y moreno, engalanado con indumentaria de mago.

“¡Voilà!”, exclama el hombre con un francés impostado “¡qué maravillosa madame ven mis ojos!, permítame madame”, y el mago hizo una reverencia a Margarita, apenas incorporada al grupo; “por favor caballero…”. “Shuuu, ¡usted lo merece! Veo en sus ojos… ha pasado por muchos sinsabores, pero también ha tenido una vida intensa. ¡Déjeme observar! Entiendo… ¡Usted guarda un secreto…!”, “¡y quién no a mi edad caballero!”, dijo Margarita sonriente; pero azorada por la repentina expectación.”Oh no madame su secreto no es de los que se curan en confesión, es de aquellos secretos que persiguen hasta la tumba. Como el abandono de un recién nacido”.

Margarita se quedó hipotérmica. No era en sí la revelación. Era aquella voz... Aquél gesto… Aquella mirada cruel; idéntica a la de su padre. “¡Oooh madame gran dama, solo era un ejemplo! Por favor discúlpeme”, y el mago hizo otra reverencia y de su bolsillo sacó una rosa que le regaló en ofrenda. Mas Margarita ya no estaba en esta esfera. No escuchó los aplausos y abucheos, las palabras de apoyo de sus vecinos, ni al siempre atento guardia Marc, su vecino de al lado. Su mente viajaba por otro tiempo pretérito. Una noche funesta; donde los demonios de la guerra se hicieron hombre…

Y cayó desplomada.

Con el tiempo, se recuperó de este extraño incidente; pero la señora Margarita no volvió a ser la misma. La gran peña a la que todos admiraban se convirtió en una ancianita frágil, necesitada de atención y cuidados. Falleció al cabo de muchos años… calentita en su cama. Veintisiete años después de la actuación del mago Eugène, (su nombre artístico); la misma edad que él contaba cuando por fin se reencontró con ella.





LA POSADA






  Hay algo mágico y teatral en esta noche lluviosa, en este pueblo vacío, en esta plaza sin nombre. Tú y yo sin paraguas, guareciéndonos de una lluvia que deseamos que perdure, (y nos empape), tomamos cola-cao en la más corriente informalidad. Una taza, leche, ¡la acogedora familiaridad de una merienda infantil!, protectora de lo que pueda suceder... Nos deseamos, lo sabemos; “lo ignoramos”. Dos almas tímidas que desean comerse a besos. ¡No!, ¡no son besos!; es algo más intenso… ¡El instinto animal que todo lo cubre!, que tiñe la fría noche de misterio... La villa de un fogoso silencio lleno de susurros, provenientes de una parte muy íntima, ¡irreconocible!, de nuestro cuerpo. De nuestra mente… 

¡La posada!, montañas de piedra que esconden un secreto incierto, un futuro temeroso, una posible historia. ¡Corremos!; empapándonos con esta lluvia dolorosa que nos invita al cobijo; a la reclusión de cuatro paredes blancas, inmaculadas. Una cama no muy grande una luz de neón, decoración monacal. Tú, y yo.


¡Una rama golpea el cristal!, se escucha el traqueteo monótono de la caldera; el caminar sigiloso de la casera, al otro extremo del corredor. Un gato deja la lar del fuego, y sale en busca de aventuras. El barman apaga las luces del café; ¡susurra la cafetera su último silbido...! Un coyote da caza a un conejo; en el linde de la aldea. Los abedules zozobrean; al compás de la tormenta...


En la copa de los árboles, sinuosa... la seda de una tela de araña se extiende. Se contrae...


Un sol abrasador descubre nuestros cuerpos exhaustos. Desnudos. 

No quiero hacerte el amor: quiero follarte. ¡Follarte...! 


Toda la vida...